jueves, 16 de agosto de 2007

Otro cuento...

Destino

Cada paso que la acercaba a la orilla del mar, hacía que su corazón latiese más rápido. Podía sentir la brisa que acariciaba y jugaba con sus largos cabellos negros; el mar y un sol taciturno eran los únicos que la podían ver como testigos mudos en esa tarde que moría. Sin apurarse trazó en el suelo el círculo que delimitaría el espacio, ese puente entre lo mundano y lo invisible y tal como manda la tradición, ordenó las piedras: una lisa y grande que serviría de altar y cuatro más pequeñas, que le indicarían las esquinas del mundo.

Hizo un hueco para la fogata, cogió su athame -una daga de hoja irregular que sirve para canalizar las fuerzas del universo- lo elevó al cielo para cargarlo y luego, apuntando hacia abajo, recorrió tres veces en deosil el trazo marcado y siempre de derecha a izquierda para insuflarle poder. Una vez que llamó a las cuatro Atalayas a ocupar su lugar en el círculo, se sentó al centro.

Se quedó un momento en silencio recordando la primera vez que lo vio, cerca de las murallas que rodeaban la ciudad: cabellos dorados, ojos que relataban soledad, la pérdida de un ser querido y la culpa de no haberlo salvado; estaba cubierto por un manto y por lágrimas que rodaban su mejilla, tenía un aire triste y de muerte, podía sentirlo, casi olerlo y aunque sentía la necesidad de acercarse y abrazarlo, algo se lo impidió.

El sol ya había expirado y en su lugar, una luna llena la observaba.

Una vez habiendo comulgado con el cosmos y la madre tierra, puso su ofrenda y las velas sobre su altar, y los troncos en el hueco que había hecho. Los encendió y empezó a llamarla:

- Poderosa Señora, a ti me presento en esta noche y a esta hora, yo te invoco Gran Astarté para que traigas a mí a aquel que hace unos días vi, tráelo a mí a esta hora, a esta playa…
Tiro al fuego las hojas de pino que llevaba consigo para honrarla. Se quedo en silencio hipnotizada por el fuego y una voz la saco de sus pensamientos.

- ¿Traerlo? ¿Qué quieres de él?

Subió la mirada hacia el cielo, observó la luna y se quedó en silencio, no es prudente dirigirse a una diosa sin arrodillarse o inclinarse así que, arrodillada y de cara al suelo, prosiguió:
- Señora, sabes lo que hay en mi corazón y en el suyo, es nuestro destino que nos encontremos. Leí en sus ojos la culpa y la angustia, déjame calmar su dolor.

- Fui yo la que te impidió que te acercaras a él ¿Y me hablas de destino? ¿Qué sabes tú de destino? ¿Acaso un gato que encuentra una paloma sabe que era su destino encontrarla y devorarla? ¿O que una madre pierda a un hijo? ¿Ese es el destino?

Subió la cabeza con la mirada húmeda.

- Te elegí como mi sacerdotisa… como mi hija… y tú elegiste servirme, por eso eres dos veces hija mía.

No hubo respuesta, solo los ríos salados que recorrían sus mejillas y se empozaban en la arena, de por sí, ya húmeda.

El tono de la voz resonó dulcemente en toda la playa.

- Entiende que somos seres solitarios. Ya olvídalo, no vale la pena eso que los hombres llaman “amor”, tan sólo sufrirás, porque amar es el empiece de la palabra amargura. Tienes el poder de controlar la naturaleza a tu antojo, puedes crear tormentas, sequías, arrasar una ciudad entera y crear ejércitos de hombres, si lo deseas. No pierdas tu magia, sácalo de tu mente y de tu corazón.

Aún no había respuesta, pero los ríos todavía seguían fluyendo. Y por última vez, la dulce voz dijo:

- El camino de la magia está lleno de espinas y sacrificio, y es un sendero que se recorre en soledad.

Ahora sonidos ahogados salían de ella, apretaba fuerte los labios para no gritar de desesperación. La voz no era más dulce, sino severa, pero salpicada con grandes gotas de tristeza y de impotencia.

- Pero aún así no entenderás, yo te enseñaré sobre el destino. Tendrás a quien quieres, pero algo deberás de ofrecerme a cambio, algo que tú quieras y del cual tengas que despojarte.

Inclinó la frente en señal de afirmación.

- Entonces que así sea. Tres soles han de pasar y a la caída del último lo verás, regresa a esta playa y yo lo traeré.

Se tendió en el suelo por unos segundos, despidió a las Atalayas, deshizo el círculo y se retiró.

A la mañana siguiente hizo lo que todas las mañanas hacía: recorrió el bosquecillo de pinos que rodeaban el castillo y recolectó varias ramitas y piedras para un ritual, tres soles tengo que esperar se dijo; pero las horas se hacían eternas y pasaban perezosamente, como si no quisieran pasar, como tratando de aferrarse a ella, no lo hagas, le repetían, no vayas, le decían, pero ella no las escuchó. Las gaviotas volaban al caer el primer día.

Al segundo día recibió la visita de un forastero que andaba perdido y herido. Lo introdujo a su cabaña, curó sus heridas y le dio de comer. A lo lejos, se escuchó el graznido de un cuervo que se hacía cada vez más fuerte. El portador de tal cuchilla auditiva se posó cerca de su ventana y detuvo su canto macabro, pero la buscó con la mirada. Sus ojos por fin se encontraron, pero ninguno de los dos decía palabra alguna. Hasta que ella rompió la conexión visual, ideas mías, prefirió pensar. Luego, con tristeza, el cuervo se volteó y emprendió el vuelo.

Ella era conocida en todo el reino como la hechicera y aunque era joven, sabía de plantas, magia y adivinación. La gente la buscaba cuando tenían algún enfermo o algún mal de amores, pero nadie la buscaba para visitarla y saber de ella. Había aprendido a hablar con la naturaleza y con su soledad.

Amaneció el tercer día y el forastero se marchó.

No podía pensar en otra cosa, miraba el sol, las gaviotas que chillaban y que volaban en círculos sobre un banco de peces que estaba atrapado en la playa, es la ley de la vida, pensó.
Y esa mañana fue muriendo y así la tarde, hasta que moribundo el sol, con su último suspiro, la tocó y trató de llevársela consigo, pero no lo logró; toda la niebla que se había asentado sobre la playa la retuvo.

Sobre una roca se sentó y esperó, la única compañía era la luna que observaba toda la escena.
- Has venido como te indiqué, pero todavía no sabes lo que quiero.

No contestó.

Sólo se puso de pie cuando escucho llegar gente, no comprendía lo que pasaba, se trato de acercar un poco a esa masa de ruido que marchaba en dirección a ella, se escondió tras la roca y desde ahí, vio a tres hombres que llevaban a un cuarto, un hacha que se alzaba, no podía ver bien por la niebla, el hacha que caía y la niebla se apartaba, reconoció al que tenía el arma en la mano, era el forastero a quien había ayudado, un cuerpo que caía pesadamente sobre la arena y luego la sangre que se mezclaba con el mar. Los tres hombres se alejaron. Y el hombre del hacha bramó: - Asesino, mató al hijo de mi hermana; justo castigo le respondieron los otros dos.

Corrió hacia el cuerpo que yacía boca abajo sobre el mar, para luego ver aquella cabeza errante que se movía al compás del agua; y a medida que la hechicera se acercaba, de ella salían una serie de gritos y llantos que tan sólo los oídos de la desesperación podrían comprender.

Y la luna desde lo alto le decía: tu deseo está cumplido y así mi pago. Todo está consumado y ahora ya sabes de destino; al igual que el mío, el tuyo es la soledad.

Terremoto...

hace bastante q no escribo por aca, varias cosas han pasado pero lo q ahorita tengo en la mente son las imagenes de ayer, gente corriendo, vidrios cayendo, horrible...

estaba yo en larcomar (para los q no saben q es, es un centro comercial sobre el mar, osea, no exactamente SOBRE el mar, sino q esta en un precipicio en donde abajo esta la carretera y mas alla el mar, ahora si?? bueno) estaba hablando con mi ex, cosas q teniamos q hablar, sali de ahi a las 6:30, 10 minutos antes que pasara todo, tome el micro que me llevaria a un ensayo, y empezo todo... yo estaba desconectado del mundo con Salt'n Peper o Madonna, hasta q senti un sacudon, sera el carro q esta mal pense... pero vi despues como los postes se movian como si le hubiesen salido piernas y quisieran salir de donde estaban las lunas de los edificios lloraban una cayo de un 3er piso... ver a toda esa masa de gente moviendose, o gritando: "¡es el fin del mundo!" de verdad q te impresiona, fueron como 5 min d ver como la tierra formaba olas de olas, unas chicas otras mas grandes...